¿Por qué nos cuesta tanto comunicarnos?

        
Hoy quiero hablarte de por qué nos cuesta tanto comunicarnos… Tengo varias opiniones, una de ellas es que cuando hablamos creemos que somos poseedores de la verdad cuando tal verdad no existe, existe mi interpretación de la realidad pero no la verdad absoluta, o en todo caso existe tu verdad y mi verdad.
 
Otro aspecto que interviene en nuestra comunicación son nuestras creencias. Puede haber un hecho objetivo, científico o no, pero si a ese hecho yo le añado mi creencia esto implicará unas emociones, comportamientos, … Por ejemplo, yo puedo creer que existe Dios pero a este Dios nadie lo ha visto por lo tanto solo puede ser una creencia motivada por la fe, así pues en base a esta creencia yo tendré también unas emociones asociadas de miedo si incumplo lo establecido o por el contrario de confianza si sigo esos mandatos, pero mi vida girará entorno a este pensamiento, también mis conductas y emociones. O por ejemplo puedo creer que la vacuna contra la covid es segura o no, en base a esta creencia yo tendré unas emociones u otras, también unas decisiones…
 
Ahora bien, para que una comunicación nutra el vínculo con la otra parte, lo que importa no son nuestras creencias si no el grado de apertura a aceptar las creencias de los otros, escuchar queriendo entender, queriendo comprender, queriendo aceptar y queriendo respetar (ECAR) pero sobre todo queriendo escuchar con la curiosidad de un niño, hacer preguntas. Por ejemplo, cuando tu pareja dice que se siente maltratada por ti en algunos momentos tú puedes ponerte a la defensiva con lo cual nadie se defiende si no es que se ve acorralado por la “verdad” o puedes tener curiosidad y hacer preguntas del tipo, “a ver, cuéntame en qué situaciones o momentos yo hago eso que hace que tú te sientas mal tratad@, no quiero que te sientas así y si es algo que yo hago inconscientemente me gustaría saberlo para poder corregirlo, por ejemplo, ¿qué día lo hice, qué te dije, cuál era mi tono? ¿Puedes avisarme la próxima vez cuando lo esté haciendo para poder darme cuenta en el mismo momento?” Eso es escuchar con interés y con ganas de mejorar la relación… Aplicable a todos los tipos de relaciones.
¿Pero sabías que en la comunicación también influye el lenguaje corporal, el tono de voz, la mirada…? Sí, por que el ser humano ha recibido una educación y es capaz de poder dialogar y decir cosas muy correctas pero a veces el lenguaje corporal, el tono y la mirada expresan cosas bien contrarias y a veces pensamos estar diciendo una cosa pero el otro está leyendo otra, ¿a quién creemos entonces? SIEMPRE AL CUERPO, el cuerpo nunca miente (por eso en la terapia psico corporal siempre trabajamos el cuerpo porque la persona en su relato puede decir muchas cosas pero el cuerpo nunca miente).
 
La mayoría de nuestras conversaciones parecen una batalla entre el bien y el mal, lo bello y lo feo, lo correcto y lo incorrecto y allí ninguna comunicación es posible porque nuestros sentimientos no se pueden encasillar dentro de estos parámetros pues no hay tampoco emociones buenas o malas, negativas o positivas, las emociones son información que vienen de nuestro inconsciente para conocernos, ayudarnos a tomar decisiones, evolucionar, sanar, crecer…
 
Cuando no sabemos dialogar todo conflicto solo sirve para dividir, separar, aislarnos… Se supone que en la vida adulta ya deberíamos de haber aprendido este arte, ¿un niño sabe expresar lo que siente? Sí, nacemos llorando y rabiando pero es la cultura, la sociedad, la educación recibida en casa que nos va castrando y reprimiendo, enajenando y juzgando a veces por cómo somos, sentimos, por cómo nos comportamos, expresamos… y ese niñ@ termina por dudar de sí mism@, de lo que siente hasta tal punto que deja de compartirse con el mundo hasta llegar a la vida adulta con un cuerpo adulto pero relacionándose con los mismos miedos, “si digo lo que quiero o cómo lo quiero no me aceptarán, si cuento lo que me pasa no me entenderán, si me muestro como soy tal vez me juzgarán o no les gustará esta versión de mí, preferirán la otra, o abusarán de mi buena fe o me invadirán y no podré poner límites”, etc así que a la hora de hablar adoptaré estrategias que pueden ir desde la manipulación, al desprecio, al silencio ruidoso como agresión pasiva o al silencio por sometimiento, a la dominación/sumisión, a la imposición (amenaza) o a la obediencia, a la intolerancia, a la mentira, … cuántas veces no decimos lo que sentimos esperando que el otro interprete lo que nos pasa igual que cuando éramos niñ@s y llorábamos y mamá o papá tenían que hacerse distintas preguntas: ¿tendrá hambre?, ¿querrá que le cambie los pañales? ¿le dolerá la pancita? ¿querrá contacto físico? ¿estará cansad@? ¿Qué le pasará? Cuando somos niñ@s son los adultos quienes tienen que deducir lo que nos sucede, ahora de adultos es nuestra responsabilidad expresarnos porque de lo contrario no estamos tomando partido en nuestra vida…
 
Para sobrevivir a este mundo todas las personas desde niños hemos tenido que desarrollar una identidad (ego), cuando discutimos cualquier duda sobre cómo nos comportamos es una amenaza a nuestra identidad pero la identidad no es lo que somos, es solo lo que nosotros hemos construido para protegernos, la imagen que hemos querido mostrar, pero si no sabemos quiénes somos o tenemos una identidad frágil que cualquiera con una crítica nos puede romper, incluso a veces somos nosotros mismos quienes nos juzgamos y rompemos y eso es tremendamente doloroso. Mario Alonso Puig (psicólogo) en una charla decía que debemos asegurarnos que nuestra vida sea pilotada por la conciencia y que en el asiento del copiloto quien vaya sentado sea el ego, es esto mismo… Saber distinguir entre quienes somos (conciencia) y cómo nos mostramos (ego).
 
Así pues, el reto es poder dialogar sin entrar en la intolerancia, sin entrar en la dinámica de amigos/enemigos, para eso es importante saber observar nuestras creencias y cómo se han originado, así yo puedo renunciar a no apegarme a esa creencia y así no perderme a mí. Pondré otro ejemplo y ya voy terminando, si yo pienso, es decir, tengo la creencia, que llorar es de personas débiles o decir te amo, expresar mis necesidades emocionales al otro, etc. y un día lo hago pensaré que soy débil y sufriré pensando que los otros creerán que soy débil, si me doy cuenta de que eso es una creencia que tengo, que en verdad llorar es propio del ser humano. así como expresar nuestros sentimientos y necesidades y que si lloramos es simplemente porque algo nos ha traspasado y dolido y porque no estamos reprimidos y tenemos el suficiente amor propio como para aceptarnos tal como somos sin vivirlo mal pero si tengo la creencia que llorar es de débiles entonces probablemente si algo me afecta solo podré llorar si estoy solo/a, cuando nadie me vea ¿por qué? Porque yo me rechazo y es mi manera de protegerme de que otros me rechacen también…

Pero si además tengo la creencia de que tú eres insuficiente, inadecuado/a, débil, histérico, dramático, intenso, malo, vago, etc… ¿Cómo podré amar eso en ti si yo mismo lo juzgo al creérmelo? Pero lo peor es que todo eso que veo en ti habla de lo que no tengo resuelto en mí y por eso lo veo y por eso me molesta…
 
Dialogar nos permite llegar a acuerdos explícitos, decir cómo queremos que sea nuestra relación, cómo me afectan tus movimientos, cómo soy, cómo vivo bajo mi piel los acontecimientos de la vida y cómo ha sido incluso mi pasado… Y solo podemos dialogar cuando tenemos suficiente autoestima para poder mostrarnos como somos, para poder recibir las críticas u opiniones ajenas, cuando podemos mostrarnos a pesar de nuestras diferencias porque si no nos expresamos ¿cómo podemos construir esa intimidad y cercanía con la otra persona? El erotismo, la sexualidad se da cuando hay intimidad, cuando sentimos al otro como amigo.
 
Para construir relaciones sanas tenemos que estar preparados para tener conversaciones incómodas, difíciles, ser capaces de escuchar voces que no nos gustan, opiniones de los otros sin ponernos en alerta, darnos el derecho de tomar nuestro espacio y atrevernos a vivir la posibilidad de ser juzgados por los otros pero no por nosotros mismos al callarnos.
 
Terminaré diciendo que una relación es como el fuego, hay que mantener la llama encendida pero sin que nos abrase a nosotros y tampoco dejarla apagar por no haberla cuidado o asfixiado y es responsabilidad de las dos partes cuidar de ese fuego.